lunes, 30 de noviembre de 2009

Una partícula en suspensión

Me dí cuenta demasiado tarde de que estaba descolgado del mundo. Descolgado de mis amigos, descolgado de mi entorno, estaba suspendido en la atmósfera sin más sujeción que un fino hilo que hace años se resquebrajó en millones de hebras espaciales. Era como si toda la vía láctea hubiera girado demasiado rápido y yo me hubiera quedado quieto, tapándome el rostro con las manos y de cuclillas muerto de miedo. Una mañana de verano, apareció un asteroide de la nada surcando los cielos. Irrumpió, pegó una patada a los pocos esquemas vitales que conservaba, me hizo creer que los universos paralelos a veces se pueden volver líneas secantes que se cortan en un punto y se unen para siempre y cuando parecía que estaba dispuesto a quedarse, se marchó, tan rápido como había llegado.

De hecho creo que ahora ronda por algún otro planeta, y a veces vuelvo a ver trozos de su estela. Pero está formada solo por polvo. El polvo nunca ha sido suficiente para mí. Los semáforos cambiaron de color, pasaron del rojo al verde, y yo me quedé en ámbar. Para siempre. Cuando quería pasar por los pasos de cebra, las rayas blancas se cambiaban de sitio para reírse de mí. Como mi querido asteroide también lo hizo un día. Las farolas nunca más me alumbraron, cuando me acercaba a una…se apagaba. Igual que las estrellas. Hipócritas, que ni si quiera dejan que me guíe al menos con su tenue luz. Igual se iba apagando todo lo demás que me había acompañado durante tanto tiempo, las personas, los compañeros de cuatro patas y los de dos también se apagan.

Es verdad que a veces me acercaba a algún vértice de la sombra, pero en el último instante la gravedad de mi asteroide me volvía al punto de retorno. Al inicio. La oscuridad que quedaba a mi alrededor se compadecía también de mí, me decía que si me encontraba solo y a oscuras era porque yo no quería encontrar luz. Estaba todo tan claro y brillante ahí fuera que yo intentaba mirar de frente, pero la luz me cegaba, me asustaba y yo cerraba los ojos. Mientras tanto todo el mundo reía, disfrutaba de los placeres de su juventud. Yo estaba descolgado del mundo real, imaginándome a mi asteroide particular siguiendo un rumbo errático, esperando durante años luz a que se decidiera a volver a aterrizar. Y lo supe cuando os escuché hablar de vuestras excitantes nuevas vidas, de vuestro futuro y de vuestros caminos…y yo no tenía nada que aportaros a la conversación.

Fin. Me ganasteis en el spring de vivir, de vivir mi vida. Siempre he sido menos constante, más lento y menos propenso a auto compadecerme. Existen pequeñas partículas, moléculas minúsculas en suspensión, que si se les sabe dar el calor apropiado pueden alumbrar más que el mismo sol. Y espero que pueda llegar a asemejarme algún día a alguna, en este o en otro planeta.

Frío

Penetró el frío invernal por la rendija de la puerta y se alojó dentro de la cabeza, nos llenó antiguos recuerdos felices, de aire añejo, con olor a hojas secas. Quebró los cristales del aparador del salón, y se llevó con el cualquier ápice de tiempos mejores.


El frío rompió en dos nuestras vidas, dejándonos solo la amarga sensación de que algún día fuimos felices, y de que reímos y nos rompimos las costillas de abrazarnos.
Llegó hasta el cuarto principal y escarchó el rocío que quedaba del amanecer en el alféizar de la ventana. Empañó el espejo de armario y ya no se percibían las dos siluetas que unidas por la cintura en él se miraban, deseando que de esta manera siguieran pasando los años.
Congeló las sábanas que hace algunos años ardían bajo dos cuerpos de alfiler que se tomaban el uno al otro, que se bebían los segundos y que se resistían a poner cada mañana un pie en el mundo.

El frío esculpió la palabra adiós en nuestra boca con una tinta invisible pero aterradoramente real, que cambió todas las demás palabras que estaban a punto de salir de la garganta.
Cambio la promesa de “intentar”, por la disculpa de “no conseguirlo”, y el verbo “amar” por el complemento “a otra”.


Es verdad que la casa estaba mucho más silenciosa ahora, sin tí, pero el frío se instaló en el alma, que miren como es la vida, aunque estaba más vacía, me pesaba más.