Da igual a lo que apueste. Siempre pierdo yo.
Lo deseo tanto que me levanto sudando muchas mañanas, con la sensación de haber dormido compartiendo el oxígeno y peleando con la sábana. ¿Quién estará ahora dentro de su cama? ¿Sabrá los secretos que le ha contado a la almohada? A veces finjo un frío horroroso para que me abraces...¡A este punto he llegado! Mendigarte un par de besos a la semana y una caricia mal disimulada. Soy tu favorita pero no es a mí a la que van tus besos. Y es entonces cuando tengo que salir corriendo. Me obligas a tener que hacerlo. Cruzar la puerta como una exhalación para intentar deshacerme el nudo del pecho y poder respirar sin dificultad. Y se que ha vuelto a pasar, y que volverá a pasar cien veces más. Hasta que yo decida que ya duele bastante y que nada merece tantas lagrimas y tanto esfuerzo.
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