martes, 29 de diciembre de 2009

La última canción

La farola de la calle tintinea con su luz
Ahora que todo está oscuro
Ahora no quiero más “tus”
Ni escalar desnuda el muro


Quieres que te invite esta noche
Me torturan tus manos, tu voz…
Se agolpa entre la sién y la garganta
Palpitas cerca del oído.


Esta será la última canción
La última estrofa que termine la historia
Hacerme un hueco entre tú y el edredón
Es querer olvidar la memoria


Me faltan dedos de una mano
Para contar mis ganas de sumarte
Y de restarte de la última estrofa
De esta última canción

Este será el último verso
La última estrofa que termine la historia
Hacerme un hueco entre tú y el edredón
Es querer olvidar la memoria
Es pretender olvidar…
Es intentar olvidar…

jueves, 17 de diciembre de 2009

El mundo vuelve a girar

Pegó un portazo y tiró el paragüero al suelo. Nunca antes había estado sola en aquella casa, el tiempo pasaba lento en esa habitación. Escuchaba el sonido de una moto a través de la ventana y el ruido del estómago pidiendo clemencia. Estaba pegada al sofá, y el paragüero seguía en el suelo.
-"No lo moveré de sitio...por si vuelve".
Pero por la puerta solo pasaban cartas del banco y facturas que se colaban por la rendija del suelo.


Inmóvil y perturbada. Fría y atormentada figura ópaca sin brillo, sin luz ni color.
La piel del tono del cielo al llover, gris ajado.
Ni si quiera lloraba, hacía tanto frío en aquella habitación que las lágrimas se le cristalizaban en los lagrimales y se le clavaban haciéndole daño. Por eso sabía que estaba viva.


Cuando ella le conoció, el dejó a su mujer. Y ahora él le deja por otra.
El mundo vuelve a girar.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

¿Acaso eso es bastante?

Soy joven y por ello hay muchísimos sentimientos que aún no he experimentado. Existen muchas verdades humanas y también celestiales que se escapan a mi comprensión. Creo que sé globalmente de todo, pero seguramente no sé " el todo" de nada. No debería opinar de muchos temas pero opino. No tendría que intentar que mi voz sobresaliera en una conversación, pero esto también lo hago.

Nunca he visto una guerra con mis propios ojos, ni he sentido el silbido de las bombas sobre mi cabeza. Tampoco he sostenido la mano de un compañero de batalla que yacía en el suelo exhalando su último aliento, ni me han dedicado las últimas palabras. No sé que tacto tiene un fusil, y nunca he matado a nadie. Pero seguramente si me preguntaran sobre la guerra citaría algún libro que he leído, o hablaría de la última película que he visto. ¿Acaso eso es bastante para poder hablar del tema?

Tampoco he escrito ninguna poesía, de hecho nunca se me ha dado bien rimar, cuando intento componer me salen frases a borbotones pero si intento rimar las terminaciones, estropeo el sentido que quería darle a la estrofa. Tampoco me han dedicado a mí ninguna. Pero si me hablaran de poesía tendría muchos autores que nombrar. ¿Acaso eso es bastante para poder hablar del tema?

Nunca he pasado hambre, ni he tenido la necesidad de salir y rebuscar en la basura algún despojo que alguien haya arrojado, ni me he tenido que tapar con cartones dentro del Banco Santander. Tampoco nadie me ha mirado con una mezcla de asco, superioridad y compasión. No sé lo que se siente cuando las moscas te comen y no tienes fuerzas ni para ahuyentarlas, ni he tenido que beber de un agua que sé que está contaminada, pero me ha podido la sed. Seguramente si me preguntan por la pobreza en el mundo, tendría muchas teorías que aportar oídas y estudiadas pero, ¿Acaso eso es bastante para poder hablar del tema?

Nunca he sentido ese amor por alguien que te quite las ganas de comer, nunca he mirado a una persona y he sonreído con los ojos, nunca he dicho "hasta que la muerte nos separe", ni he pronunciado un "te quiero" sinceramente y sin sentirme de cierta manera obligada. Nunca he esperado ninguna excesiva muestra de cariño de nadie, ni mucho menos yo lo he repartido. Y si me preguntaran sobre el amor seguro que tendría para hablar largo y tendido...¿Pero acaso eso es bastante?

martes, 1 de diciembre de 2009

Y tú, ¿Eres feliz?

Es una pena, estamos reducidos a la mínima expresión. Hacemos solo cosas que nos satisfagan en ese instante. Tomamos cuerpos, bocas, momentos de otros, los usamos y luego los tiramos. Nos olvidamos de ellos. "No es por tí, es por mí" frase tan repetida, pero que cuando se la dicen a uno, la cosa cambia. Por más que le hagamos creer a los demás lo contrario, que somos fuertes, independientes y solitarios, a todos nos gustan que nos abracen en el momento necesario y que te digan lo importante que eres para ellos. Cuando el gran solitario te diga que prefiere comerse la mierda el solo...miente. Es más fácil, eso sí. Bastante costoso es conocerte a tí mismo como para llegar a conocer al que tienes al lado.


Por más que te escudes en la música, tocando un instrumento, componiendo melodías, si no tienes con quien compartirlas, no tienes NADA. Y la felicidad se reduce a eso, no tener por poseer, sino tener para compartir. Y cito el ámbito de la música porque es el que más conozco. ¿Eres feliz? y si la respuesta es negativa, aprovecha y ponte a escribir, compón muchas canciones, que cuando todo te va bien estás tan ocupado disfrutando del momento que no tienes tiempo para nada más.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Una partícula en suspensión

Me dí cuenta demasiado tarde de que estaba descolgado del mundo. Descolgado de mis amigos, descolgado de mi entorno, estaba suspendido en la atmósfera sin más sujeción que un fino hilo que hace años se resquebrajó en millones de hebras espaciales. Era como si toda la vía láctea hubiera girado demasiado rápido y yo me hubiera quedado quieto, tapándome el rostro con las manos y de cuclillas muerto de miedo. Una mañana de verano, apareció un asteroide de la nada surcando los cielos. Irrumpió, pegó una patada a los pocos esquemas vitales que conservaba, me hizo creer que los universos paralelos a veces se pueden volver líneas secantes que se cortan en un punto y se unen para siempre y cuando parecía que estaba dispuesto a quedarse, se marchó, tan rápido como había llegado.

De hecho creo que ahora ronda por algún otro planeta, y a veces vuelvo a ver trozos de su estela. Pero está formada solo por polvo. El polvo nunca ha sido suficiente para mí. Los semáforos cambiaron de color, pasaron del rojo al verde, y yo me quedé en ámbar. Para siempre. Cuando quería pasar por los pasos de cebra, las rayas blancas se cambiaban de sitio para reírse de mí. Como mi querido asteroide también lo hizo un día. Las farolas nunca más me alumbraron, cuando me acercaba a una…se apagaba. Igual que las estrellas. Hipócritas, que ni si quiera dejan que me guíe al menos con su tenue luz. Igual se iba apagando todo lo demás que me había acompañado durante tanto tiempo, las personas, los compañeros de cuatro patas y los de dos también se apagan.

Es verdad que a veces me acercaba a algún vértice de la sombra, pero en el último instante la gravedad de mi asteroide me volvía al punto de retorno. Al inicio. La oscuridad que quedaba a mi alrededor se compadecía también de mí, me decía que si me encontraba solo y a oscuras era porque yo no quería encontrar luz. Estaba todo tan claro y brillante ahí fuera que yo intentaba mirar de frente, pero la luz me cegaba, me asustaba y yo cerraba los ojos. Mientras tanto todo el mundo reía, disfrutaba de los placeres de su juventud. Yo estaba descolgado del mundo real, imaginándome a mi asteroide particular siguiendo un rumbo errático, esperando durante años luz a que se decidiera a volver a aterrizar. Y lo supe cuando os escuché hablar de vuestras excitantes nuevas vidas, de vuestro futuro y de vuestros caminos…y yo no tenía nada que aportaros a la conversación.

Fin. Me ganasteis en el spring de vivir, de vivir mi vida. Siempre he sido menos constante, más lento y menos propenso a auto compadecerme. Existen pequeñas partículas, moléculas minúsculas en suspensión, que si se les sabe dar el calor apropiado pueden alumbrar más que el mismo sol. Y espero que pueda llegar a asemejarme algún día a alguna, en este o en otro planeta.

Frío

Penetró el frío invernal por la rendija de la puerta y se alojó dentro de la cabeza, nos llenó antiguos recuerdos felices, de aire añejo, con olor a hojas secas. Quebró los cristales del aparador del salón, y se llevó con el cualquier ápice de tiempos mejores.


El frío rompió en dos nuestras vidas, dejándonos solo la amarga sensación de que algún día fuimos felices, y de que reímos y nos rompimos las costillas de abrazarnos.
Llegó hasta el cuarto principal y escarchó el rocío que quedaba del amanecer en el alféizar de la ventana. Empañó el espejo de armario y ya no se percibían las dos siluetas que unidas por la cintura en él se miraban, deseando que de esta manera siguieran pasando los años.
Congeló las sábanas que hace algunos años ardían bajo dos cuerpos de alfiler que se tomaban el uno al otro, que se bebían los segundos y que se resistían a poner cada mañana un pie en el mundo.

El frío esculpió la palabra adiós en nuestra boca con una tinta invisible pero aterradoramente real, que cambió todas las demás palabras que estaban a punto de salir de la garganta.
Cambio la promesa de “intentar”, por la disculpa de “no conseguirlo”, y el verbo “amar” por el complemento “a otra”.


Es verdad que la casa estaba mucho más silenciosa ahora, sin tí, pero el frío se instaló en el alma, que miren como es la vida, aunque estaba más vacía, me pesaba más.